Akiro Takahashi
Akihiro Takahashi, de catorce años, se encontraba junto a sus compañeros de clase la mañana del lunes. Todos vieron cómo se acercaba el B-29 cuando hacían gimnasia en el patio de la escuela. Mientras señalaban el avión movidos por la curiosa excitación infantil, los profesores salieron corriendo del edificio y les ordenaron echarse al suelo. Akihiro se tiró y, estando cabeza abajo, no llegó a ver nada. La tremenda explosión que los sorprendió al aire libre lo hizo saltar una distancia de diez metros. El calor redujo sus ropas a jirones y quemó extensas partes de su piel.
Es uno de los pocos alumnos de toda la clase que han salido vivos de la explosión. Desde su cama del hospital, cuenta que se levantó, dolorido por las quemaduras, y vio el desolador panorama. Ruinas, cadáveres. Junto a uno de sus compañeros apellidado Yamamoto, dejó la escuela intentando volver a casa. Akihiro iba caminando absorto por su propio dolor y por los horrores que contemplaba a su alrededor, así que cuando quiso darse cuenta, estaba caminando a solas y Yamamoto había desparecido.